[nota del autor]

Los 7 capítulos [éstas entradas] de «Viaje Interno» así como las páginas correspondientes a lugares específicos, se encuentra en proceso de desarrollo.

Quizás sea lo último que termine en esta vida pero, solo mi Padre sabrá…

Cualquier comentario o idea es bienvenida…

Gracias por tu visita.

Un abrazo.

VII

(en desarrollo…)

VI

(continuará…)

V

(continuará…)

IV

(continuará…)

III

El peregrino es un viajero del tiempo. Un pasajero de incógnito que busca dentro de su caja toráxica [con]sagrada, sus propias convicciones. Algunos terminan en la Meca. Otros en Jerusalem. Otros en Roma. Aunque también algunos terminan escondidos detrás de las estrellas.

Mecateros, palmeros, romeros. Algunos caminan sin destino. Otros caminan sin camino. Habrá quienes van devotamente, otros, van por los negocios. Algunos son penitentes, otros han hecho promesas. Algunos ahorraron media vida, otros simplemente, tienen dinero.

Muy pocos van de puro milagro, o por pura Misericordia. Porque el Señor desde antes de nacer ya los había escogido, y esas, son decisiones que se ejecutan inexorablemente.

Y aunque no lo quisiéramos, irreversiblemente, todos somos peregrinos en el mundo, esperando llegar a tierras prometidas, hace ya miles de años. Solamente estamos de paso por aquí. Dios, ya nos había encontrado desde antes que empezáramos a preguntar por Él. Jesús, ya nos había comprado este viaje, y nos había acompañado hasta el final.

Yo también soy un peregrino, sí. Pero, voy buscando lo que no estoy buscando. Y no busco a Dios en tierras lejanas. No hace falta. Él, está por doquier. Al alcance de un miligramo de fe. A cuarenta centímetros de tu oído interior. A doce cortos pasos: desde una banca…hasta el Sagrario.

Quisiera reservarme, como siempre. No decir nada. Pero no puedo. Debo advertirles que yo personalmente prefiero terminar este viaje donde hacía ya mucho tiempo, debí haberlo empezado:

…dentro de mí.

(continuará…)

II

Don Juan es una persona especial.

Lo conocí una mañana de octubre hace ya un par de años, en su casa de habitación. Su casa, ubicada en el escondido rincón al final de una calle sin salida, es pequeña. Sin embargo, el tamaño nunca le ha quitado el mérito de ser un hogar acogedor en donde se respira paz a través de las paredes. Es un casa que siempre te espera con los brazos abiertos. Es un lugar pequeño, con un corazón muy grande.

Él, es una persona sencilla, simple. Esto se debe principalmente a que nunca estuvo expuesto a la muchas veces contaminante experiencia de la academia formal. Nunca terminó ni la escuela. Sin embargo, nunca le faltó nada. Se ganó la vida como maestro constructor, albañil, carpintero, peón. Construía casas, supongo yo, con la esperanza de que algún día se convirtieran en hogares indestructibles.

El paso de los almanaques en las paredes, le regalaron marcas profundas y cicatrices invisibles. Gran parte de su pasado fue tortuoso. Su niñez, su adolescencia, sus relaciones familiares. Muy poco debo de conocer en este sentido, y quizás, por el momento, es mejor dejarlo así: en el pasado. Sí, es mejor así, porque aunque me duela donde más duele, reconozco que yo mismo debo ser alguna especie de retrato o hostorieta biográfica repetida.

De lo que sí estoy seguro y estoy obligado a compatir en este espacio, es que, conociendo a don Juan se me ha permitido entender que a veces la vida académica, gremial, estructurada, normada, cómoda y sofisticada, no necesariamente nos hace «entendidos». Son dos cosas muy distintas, el conocimiento, la sabiduría. De muy poco nos sirve gastarnos las neuronas toda una vida, estudiando, trabajando, aprendiendo, administrando el tiempo; si no llegamos a convertirnos en personas completas, en criaturas felices.

Ahora reconozco, quizás un poco tarde, que no lo conocí por accidente. Me habían dicho que estaba lleno de carismas y que realizaba sanación por quienes alguna vez, lo necesitamos desesperadamente. En realidad, es un instrumento de incalculable valor para la construcción de un mundo nuevo. Me dijeron, y hasta llegué a constatarlo, que era una persona muy espiritual. Me equivoqué. Él, es casi un santo.

Seguramente este viaje interno, inició en aquella fría mañana cuando le conocí. Cuando conocí su casa, su esposa, sus hijos. Cuando muy de cerca, espalda de por medio, llegué a hablar con Dios, cara a cara.

(continuará…)

I

A pesar de que se me ha permitido la oportunidad de viajar y conocer varios países, ningún viaje fue como éste. Ni estatuas, ni obeliscos, ni plazas, ni tangos, ni meregues, ni taquitos, ni pupusas, ni esculturas biológicas… Ni siquiera caras nuevas, amistades nuevas, o metas exitosas.

Primero, aquellos fueron viajes de trabajo. Casi siempre me acompañaban mi esposa, mis hijos, jefes, compañeros, y mi computadora. Ésta última, no debe ser mal interpretada. Es porque dependo de ella para ganarme la vida, y de verdad que me es muy útil. Se ha convertido en una excelente intermediaria, entre las cosas que llevo guardadas en las viejas gavetas y las personas a quienes nunca pude expresarles mi aprecio. Aunque en los últimos meses se ha convertido en mi confidente, debo confesar que durante muchos años, yo fui su esclavo.

En esta ocasión, el viaje no es de trabajo. Aunque tampoco podría decir que sea de placer, o de turismo. Es un viaje mucho más profundo. En esta oportunidad mi esposa no me acompaña. Y me pesa. Perfectamente podría haber sido la sustituta de esta cajita con teclas llenas de sudor y café; que aunque le pregunto y me contesta, me mira y me habla, nunca voy a poder encontrarle su verdadero rostro. Mis hijos también se quedan en casa. Esperando. A sus cortas edades, a lo mejor no entiendan al ciento por ciento de qué se trata esta novedosa y prolongada ausencia. Bueno, más bien diría yo, este divertido descanso… para ellos.

Segundo. Este viaje no fue planeado. Simplemente se está dando. Todavía no termino de entender ni dónde ni cuándo, y supongo que es parte de lo que necesito averiguar. Si hubiese sido por mi propia voluntad, muy probablemente todavía estuviera haciendo números y cálculos, antes de poder decidirme a hacer maletas.  Esto es porque soy extremadamente inseguro, indeciso.

Tercero. Éste, es importante. Vamos junto a una cuarenta y tantas personas que no conozco, excepto creo yo, a una de ellas. Algunos son viejos, otros son jóvenes. Mujeres, varones. Hermanos, parientes, amigos, desconocidos. Un sacerdote. Algunos parecen felices, otros cansados… Cada uno va, con algún propósito. Espero que todos lo obtengan. Cómo quisiera conocer lo que cada uno tiene que decir. En fin, ya todos somos parte de esta historia.

Trabajo en proyectos. Pero ningún proyecto, fue como éste. Es como una especie de proyecto personal que siempre estuvo a punto (o a miles de sueños) de arrancar, porque siempre se quedaba archivado en algún lado, durante la etapa de evaluación.

Existen viajes en la vida, como éste, que muy probablemente nunca se repitan. Existen viajes en la vida que un hombre, aunque no lo quiera, debe hacer solo.

(continuará…)